miércoles, 4 de junio de 2008

El dictador invisible

Ocho de la mañana, se enciende la fatídica luz. No, no es el despertador, es el indicador de reserva de combustible del coche. Hoy he batido un nuevo record mundial, 49 € para llenar el depósito de mi Seat Ibiza diesel. Cuando tengo que soltar más pasta de la que intuyo coherente por algo, siempre me asalta mi parte más filosófica.

Dando por sentado que nuestro sistema de gobierno está regido por el entramado financiero, por las empresas, me preguntaba a que esquema de los que conocemos se ajusta. Aparentemente debería ser una especie perversa de democracia, donde en el fondo el pueblo decide con algo parecido al voto (el consumo) en quien deposita el poder.

Pero las pruebas, los hechos, parecen indicar que obramos bajo la influencia de una dictadura. Una a la que le da igual nuestra ideología política, nuestra concepción social e incluso la ética de nuestras acciones. Y como en otras, el objetivo último es la acumulación de poder y riqueza. Más aun, no es una dictadura de proporciones globales, sino muchas más pequeñas, que luchan entre ellas por la hegemonía, se alían y se traicionan. Pensándolo bien, esto se parece más al feudalismo de lo que esperaba ¿Volvemos a la edad media?

Una reflexión oscura para un día soleado.

2 comentarios:

  1. Bien visto. La vida, cualquier vida en el sentido más darwininano, quiere ser como Hitler. Y las personas y las organizaciones, lo mismo por eso mismo.

    Los poderes públicos sólo están para garantizar una cierta paz entre las organizaciones candidatas a dictador, beneficiando a unos y perjudicando a sus competidores.
    En realidad, los estados feudales y las democracias sólo se diferencian en el número de gente que sobrelleva bien a los dictadores que les tiranizan. En la democracia son muchos. Casi todos, al final, gracias a la alternancia. En los feudos son pocos; el resto andan bastante jodidos, y por mucho tiempo. Peor cantidad de felicidad colectiva.

    Pero basta de irnos tan lejos. Ahora veo que me he pasado la vida bajo el yugo de mil dictaduras. Aplastado bajo la dictadura de la señora que se las sabe todas para saltarse la cola del pan, del niño que tiene que tener razón o si no, se enfada, del locutor de radio que me pone un anuncio horrible justo cuando estoy empapado en la ducha, del semáforo que se pone en rojo aunque no pase nadie (bueno, esto no es lo mismo, pero también jode y da qué pensar), y en general, sometido por mis propios genes, nada comprensivos con mis dificultades para reproducirme tantas veces como a ellos les gustaría, y por ende, arrugado por la dictadura cruel de las cinturas, de la piel suave, y de los ojos, en plural, de todos aquellos.

    Yo no sé si aconsejarte que vendas el coche y te vayas a la tierra de Fidel Castro, a ver qué tal aquellas dictaduras.

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  2. Tu lo que quieres es matarme del susto, y de paso tomarme un poco el inexistente pelo.

    Lo de vender el coche es un buen punto. Si consigo que me dejen teletrabajar creo que lo haré.

    ¿Cuba? ¿Me estás llamando turista sexual?
    :-P

    Como postdata diré algo que no he podido apartar de mi cabeza mientras leía tu comentario. Mal de muchos, ¿consuelo de tontos?

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